16 DE SEPTIEMBRE
Antonio Plaza
(Poema)
Venid, el arpa que tomé en mis manos
Cuando vagué por la infecunda arena
Tiene una maldición a los tiranos,
Que en sus bordonadas ásperas resuena.
Mármol
La Virgen de Occidente, ondina de los lagos,
la fada de ojos negros brillantes como el Sol,
la linda como la estrella sagrada de los magos
la perla que soñaron Virgilius y Colón;
La Venus de los castos idílicos amores,
sultana sobre lecho mullido de arrayán,
azteca soberana, señora de señores,
la reina de cien reyes, indígena beldad;
Llora sin ventura sufriendo los insultos
que audaz le prodigara ibérico invasor:
cadáveres sus héroes rodaron insepultos,
hollados por el casco de exótico bridón.
Las plantas extranjeras pisaron estos lares,
al genio revelado del sabio genovés,
que con audacia suma condujo a nuestros mares
carabelas compradas con joyas de Isabel.
La gente aventurera que vino de otro mundo
inmarcesible gloria queriendo conquistar,
cubrió nuestra campiña de luto sin segundo,
taló de nuestros padres la espléndida heredad;
y aquellos españoles que retemblar hicieron
la tierra infortunada del gran Tezozómoc,
a las hondas, macanas y flechas, opusieron el
estallido ignoto de horrísono cañón.
Batallas desiguales el campo estremecían,
que nunca el mexicano se rinde sin luchar;
en yácatas profundas los muertos no cabían...
era una fosa inmensa el suelo de Anáhuac.
De sangre se tiñeron las olas de los mares,
de sangre se tiñeron las rosas del pénsil,
las llamas devoraron alcázares y aduares
y México fue presa de horrores mil y mil.
Manchóse el teocalli con la sangre inocente
de aztecas que Alvarado inermes degolló,
¡lástima que un guerrero de corazón valiente
dejara en su memoria caer ese borrón!
Preparó la hecatombe con frases de cariño,
y su traición infame le vino a conquistar
la gloria del gigante que lucha con el niño,
la gloria del cobarde que mata por detrás.
Aquellas indomables legiones altaneras
que luto y exterminio sembraron por doquier,
cazaban a los indios como se cazan fieras,
y el estertor del indio formaba su placer.
La guerrera falange que trajo en sus pendones
el símbolo sagrado sublime de la cruz,
en medio de atabales y fuego de cañones
importó el evangelio divino de Jesús.
y frailes y caudillos hallaron desde luego
en México la bella, espléndido botín;
y expiró atormentado en su lecho de fuego
el héroe de los héroes, el gran Cuauhtemotzin.
Sedientos de riqueza en sangre se bañaron
doquiera desplegando un lujo de crueldad;
y trémulos de ira, mataron y mataron,
la raza conquistada queriendo exterminar.
Que sangre y sólo sangre formaba su delicia,
un sudario sangriento sirvióles de mantel,
viles migajas de oro tentaron su codicia,
y sobre negras tumbas basaron su poder.
Las púdicas doncellas lloraban deshonradas
por la torpe lasciva de audaz conquistador;
y las nobles matronas sufrieron indignadas
ultrajes inauditos de soldadesca atroz.
y la Virgen que antes posara sobre flores
aurífera sandalia, perdió la libertad;
su veste desgarraron altivos vencedores,
y tuvo por corales cadenas nada más.
¡Ay! México la hermosa, señora independiente,
rodar vio por el fango su límpido blasón;
y al extranjero yugo dobló su altiva frente
sufriendo resignada tres siglos de opresión.
Tres siglos de conquista, de nobles y virreyes,
y frailes que atizaron la hoguera de la Fe,
tres siglos en que España dictó a su antojo
leyes tres siglos ominosos de gótico poder.