EL GRITO DE INDEPENDENCIA
(Poema)
Autor: Guillermo Prieto, Ministro del Gobierno del Presidente de México, don Benito Juárez.
Golpes suenan en la puerta, en la puerta del cuarto, golpes y
voces que llaman ansiosas al Cura Hidalgo.
Se hace luz, en las estancias se pasean los caballos, entran
Allende y Aldama, al cuarto del viejo cura.
Y sin más rodeos y preámbulos dicen:
"estamos perdidos: ¿qué resolución tomamos?"
Oye la nueva, tranquilo, con calma y sosiego, Hidalgo. . .
"No estamos perdidos," contesta
"aquí no queda más que ir a agarrar gachupines"
Mientras se ajusta las armas, y ordena
que venga un criado para que dé chocolate,
a sus valientes aliados.
Manda llamar a los serenos, y a su hermano
don Mariano; se encendieron unas teas,
que agitaban unos cuantos.
Las veruquientas campanas,
despiertan al vecindario;
gentes a pie y de a caballo acuden al llamamiento.
Y en una de las ventanas,
erguido, grande, sublime;
asoma su busto, Hidalgo. . . .
y grita: ¡Muera el mal gobierno! . . .
¡Viva nuestra Madre Santísima de Guadalupe! ¡Viva América!
¡Viva México!!Viva México! ¡Viva México!
¡Viva Allende! . . . ¡Viva Aldama! . . .
¡Viva Abasólo! ¡Viva Jiménez!
iViva la Corregidora de Querétaro!
¡Doña Josefa Ortiz de Domínguez!
¡Vivan, vivan todos los que lucharon
y murieron por la Independencia Mexicana!!
¡Viva el Padre de la Patria Mexicana
don Miguel Hidalgo y Costilla! . . .
Y aquellos españoles que retemblar hicieron
la tierra infortunada del gran Tezozómoc,
a las hondas, macanas y flechas, opusieron
el estallido ignoto de horrísono cañón.
Batallas desiguales el campo estremecían,
que nunca el mexicano se rinde sin luchar;
en yácatas profundas los muertos no cabían...
era una fosa inmensa el suelo de Anáhuac.
De sangre se tiñeron las olas de los mares,
de sangre se tiñeron las rosas del pénsil,
las llamas devoraron alcázares y aduares
y México fue presa de horrores mil y mil.
Manchóse el teocalli con la sangre inocente
de aztecas que Alvarado inermes degolló,
¡lástima que un guerrero de corazón valiente
dejara en su memoria caer ese borrón!
Preparó la hecatombe con frases de cariño,
y su traición infame le vino a conquistar
la gloria del gigante que lucha con el niño,
la gloria del cobarde que mata por detrás.
Aquellas indomables legiones altaneras
que luto y exterminio sembraron por doquier,
cazaban a los indios como se cazan fieras,
y el estertor del indio formaba su placer.
La guerrera falange que trajo en sus pendones
el símbolo sagrado sublime de la cruz,
en medio de atabales y fuego de cañones
importó en Evangelio divino de Jesús.
Y frailes y caudillos hallaron desde luego
en México la bella, espléndido botín;
y expiró atormentado en su lecho de fuego
el héroe de los héroes, el gran Cuauhtemotzin.
Sedientos de riqueza en sangre se bañaron
doquiera desplegando un lujo de crueldad;
y trémulos de ira, mataron y mataron,
la raza conquistada queriendo exterminar.
Que sangre y sólo sangre formaba su delicia,
un sudario sangriento sirvióles de mantel,
viles migajas de oro tentaron su codicia,
y sobre negras tumbas basaron su poder.
Las púdicas doncellas lloraban deshonradas
por la torpe lasciva de audaz conquistador;
y las nobles matronas sufrieron indignadas
ultrajes inauditos de soldadesca atroz.
Y la Virgen que antes posara sobre flores
aurífera sandalia, perdió la libertad;
su veste desgarraron altivos vencedores,
y tuvo por corales cadenas nada más.
¡Ay! México la hermosa, señora independiente,
rodar vio por el fango su límpido blasón;
y al extranjero yugo dobló su altiva frente
sufriendo resignada tres siglos de opresión.
Tres siglos de conquista, de nobles y virreyes,
y frailes que atizaron la hoguera de la Fe,
tres siglos en que España dictó a su antojo leyes
tres siglos ominosos de gótico poder.