Atrás
de la memoria
De hinojos en el
vientre de mi madre
Yo no hacía otra
cosa que rezar,
Alguna
vez el resplandor externo sorprendí; No estaba yo al corriente de la realidad,
Pero cuando ella sonreía
Un mediterráneo
fuego se posaba
En el quebradizo
travesaño de mis huesos.
Era el impredecible amanecer de mí mismo
Y en aquellas vísperas de gala y de miseria Pude oír el eco del granizo
Tras
la nerviosa ventana carnal; Arrodillado estuve muchos meses Velando mis armas,
Contando
los instantes, los rítmicos suspiros que me separaban de la noche polar.
Pronto empuñé la
vida
y con manos tan
pequeñas
Que
apenas rodeaban un huevo de paloma Jugué a torcer en mil sentidos,
Como un alambre
de oro,
El rayo absorto que a otra existencia me lanzaba.
Cabellos y piernas con delicado estrépito Saludaron al semáforo canicular.
Entonces halé
hasta mis labios
La
cobija de vapor que yo mismo despedía Y me dormí en la profunda felicidad
Que
uno siente cuando conoce al aire. MARCO
ANTONIO
MONTES
DE
OCA