HIDALGO
MANUEL ACUÑA
Sonaron
las campanas de Dolores
Voz de alarma que el cielo estremecía,
Y en medio de la noche surgió el día
De augusta Libertad con los fulgores.
Temblaron de pavor los opresores
E Hidalgo audaz al porvenir veía,
Y la patria, la patria que gemía,
Vio sus espinas convertirse en flores.
¡Benditos los recuerdos venerados
De aquellos que cifraron sus desvelos
En morir por sellar la independencia;
Aquellos que vencidos, no humillados,
Encontraron el paso hasta los cielos
Teniendo por camino su conciencia!
15
DE SEPTIEMBRE
MANUEL ACUÑA
Después
de aquella página sombría
en que trazó la historia los detalles
de aquel horrible día.
cuando la triste Méxitli veía
sembradas de cadáveres sus calles;
después de aquella página de duelo
por Cuauhtémoc escrita ante la historia,
cuando sintió lo inútil de su anhelo;
después de aquella página, la gloria
borrando nuestro cielo en su memoria
no volvió a aparecer en nuestro cielo.
La santa, la querida
madre de aquellos muertos, vencedores
en su misma caída,
fue hallada entre ellos, trémula y herida
por el mayor dolor de los dolores…
en su semblante pálido aún brillaba
de su llanto tristísimo una gota…
a su lado se alzaba
junto a un laurel una mecana rota…
y abandonada y sola como estaba,
vencido ya hasta el último patriota,
al ver sus ojos sin mirada y fijos,
los españoles la creyeron muerta,
y del incendio entre la llama incierta
los echaron en la tumba con sus hijos…
Y pasaron cien años y trescientos
sin que a ningún oído
llegaran los tristísimos acentos
de su apagado y lúgubre gemido:
GUERRERO
JOSE ROSAS MORENO
En
los montes del Sur, Guerrero un día
alzando al cielo la serena frente,
animaba al ejército insurgente
y al combate otra vez lo conducía.
Su padre, en tanto, con tenaz porfía,
lo estrechaban en sus brazos tiernamente
y en el delirio de su amor ardiente
sollozando a sus plantas le decía:
Ten piedad de mi vida desgraciada;
vengo en nombre del rey, tu dicha quiero;
poderoso te hará; dame tu espada.
¡Jamás!, llorando respondió Guerrero;
Tu vos es, padre, para mí sagrada,
más la voz de mi patria es lo primero!
HIDALGO Y MORELOS
AMADO NERVO
¡Hidalgo y Morelos, palabras radiosas!
Pregunta esos nombres al monte y al plano
a cielos y a mares, a todas las cosas,
y así te dirán:
El monte de nieve y eternos basaltos
que siglos y siglos sus crestas irguió:
“Morelos, Hidalgo”, dirá, son más altos,
más altos que yo!
El sol, alma fuente de vivos destellos,
Imán de los mundos que el Padre creó:
“¡Hidalgo, Morelos!” dirá “¡son más bellos,
más bellos que yo!”
Y fuentes y prados y valles y cielos,
cantando los nombres de luz de los dos,
dirán con miles voces: “¡Hidalgo, Morelos,
bendígalos Dios!”
LA
SUAVE PATRIA
RAMON LOPEZ VELARDE
PROEMIO
Yo
que sólo canté de la exquisita
partitura del íntimo decoro,
alzo hoy la voz a la mitad del foro
a la manera del tenor que imita
la gutural modulación del bajo
para cortar a la epopeya un gajo.
Navegaré por las olas civiles
con remos que no pesan, porque van
como los brazos del correo chuan
que remaba la Mancha con fusiles.
Diré con una épica sordina:
la Patria es impecable y diamantina.
Suave Patria: permite que te envuelva
en la más honda música de selva
con que me modelaste por entero
al golpe cadencioso de las hachas,
entre risas y gritos de muchachas
y pájaros de oficio carpintero.
PRIMER ACTO
Patria: tu superficie es el maíz,
tus minas el palacio del Rey de Oros,
y tu cielo, las garzas en desliz
y el relámpago verde de los loros.
El Niño Dios te escrituró un establo
y los veneros del petróleo el diablo.
Sobre tu Capital, cada hora vuela
ojerosa y pintada, en carretela;
y en tu provincia, del reloj en vela
que rondan los palomos colipavos,
las campanadas caen como centavos.
Patria: tu mutilado territorio
se viste de percal y de abalorio.
Suave Patria: tu casa todavía
es tan grande, que el tren va por la vía
como aguinaldo de juguetería.
Y en el barullo de las estaciones,
con tu mirada de mestiza, pones
la inmensidad sobre los corazones.
¿Quién, en la noche que asusta a la rana,
no miró, antes de saber del vicio,
del brazo de su novia, la galana
pólvora de los juegos de artificio?
Suave Patria: en tu tórrido festín
luces policromías de delfín,
y con tu pelo rubio se desposa
el alma, equilibrista chuparrosa,
y a tus dos trenzas de tabaco sabe
ofrendar aguamiel toda mi briosa
raza de bailadores de jarabe.
Tu barro suena a plata, y en tu puño
su sonora miseria es alcancía;
y por las madrugadas del terruño,
en calles como espejos se vacía
el santo olor de la panadería.
Cuando nacemos, nos regalas notas,
después, un paraíso de compotas,
y luego te regalas toda entera
suave Patria, alacena y pajarera.
Al triste y al feliz dices que sí,
que en tu lengua de amor prueben de ti
la picadura del ajonjolí.
¡Y tu cielo nupcial, que cuando truena
de deleites frenéticos nos llena!
Trueno de nuestras nubes, que nos baña
de locura, enloquece a la montaña,
requiebra a la mujer, sana al lunático,
incorpora a los muertos, pide el Viático,
y al fin derrumba las madererías
de Dios, sobre las tierras labrantías.
Trueno del temporal: oigo en tus quejas
crujir los esqueletos en parejas,
oigo lo que se fue, lo que aún no toco
y la hora actual con su vientre de coco.
Y oigo en el brinco de tu ida y venida,
oh trueno, la ruleta de mi vida.
INTERMEDIO
(Cuauhtémoc)
Joven abuelo: escúchame loarte,
único héroe a la altura del arte.
Anacrónicamente, absurdamente,
a tu nopal inclínase el rosal;
al idioma del blanco, tú lo imantas
y es surtidor de católica fuente
que de responsos llena el victorial
zócalo de cenizas de tus plantas.
No como a César el rubor patricio
te cubre el rostro en medio del suplicio;
tu cabeza desnuda se nos queda,
hemisféricamente de moneda.
Moneda espiritual en que se fragua
todo lo que sufriste: la piragua
prisionera , al azoro de tus crías,
el sollozar de tus mitologías,
la Malinche, los ídolos a nado,
y por encima, haberte desatado
del pecho curvo de la emperatriz
como del pecho de una codorniz.
SEGUNDO ACTO
Suave Patria: tú vales por el río
de las virtudes de tu mujerío.
Tus hijas atraviesan como hadas,
o destilando un invisible alcohol,
vestidas con las redes de tu sol,
cruzan como botellas alambradas.
Suave Patria: te amo no cual mito,
sino por tu verdad de pan bendito;
como a niña que asoma por la reja
con la blusa corrida hasta la oreja
y la falda bajada hasta el huesito.
Inaccesible al deshonor, floreces;
creeré en ti, mientras una mejicana
en su tápalo lleve los dobleces
de la tienda, a las seis de la mañana,
y al estrenar su lujo, quede lleno
el país, del aroma del estreno.
Como la sota moza, Patria mía,
en piso de metal, vives al día,
de milagros, como la lotería.
Tu imagen, el Palacio Nacional,
con tu misma grandeza y con tu igual
estatura de niño y de dedal.
Te dará, frente al hambre y al obús,
un higo San Felipe de Jesús.
Suave Patria, vendedora de chía:
quiero raptarte en la cuaresma opaca,
sobre un garañón, y con matraca,
y entre los tiros de la policía.
Tus entrañas no niegan un asilo
para el ave que el párvulo sepulta
en una caja de carretes de hilo,
y nuestra juventud, llorando, oculta
dentro de ti el cadáver hecho poma
de aves que hablan nuestro mismo idioma.
Si me ahogo en tus julios, a mí baja
desde el vergel de tu peinado denso
frescura de rebozo y de tinaja,
y si tirito, dejas que me arrope
en tu respiración azul de incienso
y en tus carnosos labios de rompope.
Por tu balcón de palmas bendecidas
el Domingo de Ramos, yo desfilo
lleno de sombra, porque tú trepidas.
Quieren morir tu ánima y tu estilo,
cual muriéndose van las cantadoras
que en las ferias, con el bravío pecho
empitonando la camisa, han hecho
la lujuria y el ritmo de las horas.
Patria, te doy de tu dicha la clave:
sé siempre igual, fiel a tu espejo diario;
cincuenta veces es igual el ave
taladrada en el hilo del rosario,
y es más feliz que tú, Patria suave.
Sé igual y fiel; pupilas de abandono;
sedienta voz, la trigarante faja
en tus pechugas al vapor; y un trono
a la intemperie, cual una sonaja:
la carretera alegórica de paja.
ANTE
EL ALTAR DE LOS CAUDILLOS DE LA INDEPENDENCIA
LIC.
MANUEL BRIOSO Y CANDIANI
México,
al recordar la ardiente guerra
a que debió su sacra autonomía,
convoca a las naciones de la tierra
a convivir con ella en armonía.
Ya no es el español el hombre odiado
que provocara cólera o rencores;
es el colono, por la ley llamado,
para entregarse en paz a sus labores.
¿Qué mejor oblación en los altares
de Hidalgo, de Morelos y Guerrero,
que ofrecer nuestra mano y nuestros lares,
transformando en nativo al extranjero?
La sangre por doquier derramada
de aquella lucha, en los heroicos hechos,
de su fruto en la tierra liberada:
por eso surgen ya nuevos derechos.
México en otro tiempo campo rojo,
sin ley augusta y sin precisa norma,
que incitaba al pillaje y al despojo,
en el pueblo laborioso se transforma.
Abre los brazos al obrero honrado
y de la servidumbre lo redime
para que viva siempre emancipado
de la miseria amarga que lo oprime.
Al que la tierra con afán cultiva,
lo alienta para ser un propietario,
y su esperanza y su trabajo aviva,
liberándolo de todo victimario.
Si antes nos agobió el encomendero
con su avaricia y su crueldad odiosa,
ya no hay trabas que opriman al obrero,
ni al campesino en la heredad fructosa.
Escuelas, bibliotecas y talleres
impulsan ya al estudio o la tarea
a ignaras más no inútiles mujeres,
y al indio analfabeto de la aldea.
Tales son los presentes redentores
Traídos de la Patria a los altares
son los frutos más sanos, los mejores
de las grandes contiendas seculares.
¡Que venga hacia este suelo el que confíe
en la rica cosecha del mañana,
que ya una nueva aurora nos sonríe
en esta
fértil tierra mexicana!
A LA
CORREGIDORA
M. GUTIERREZ NAJER
Al
viejo primate, las nubes del incienso;
Al héroe, los himnos; A Dios, el inmenso
De bosques y mares solemne rumor;
Al púgil que vence, la copa murna;
Al mártir, las palmas; y a ti –la heroína—
Las hojas de acanto y el trébol en flor.
Hay versos de oro y hay notas de plata;
Mas, busco, señora, la estrofa escarlata
Que sea toda sangre, la estrofa oriental:
Y húmedas, vivas, calientes y rojas.
A mí me entienden las trémulas hojas
Que en gráciles redes columpia el rosal.
¡Brotad, nuevas flores! ¡Surgid a la vida!
¡Despliega tus alas, gardenia entumida!
¡Botones, abríos! ¡Oh, mirtos, arded!
¡Lucid, amapolas, los ricos briales!
¡Exúberas rosas los pérsicos Chales
De sedas joyantes al aire tended!
¿Oís un murmullo que, débil, remeda
El frote friolento de cauda de seda
En mármoles tersos o limpio marfil?
¿Oís?... ¡Es la savia fecunda que asciende,
Que hincha los tallos y rompe y enciende
Los rojos capullos del príncipe Abril!
¡Oh, noble señora! La tierra te canta
El salmo de vida, y a ti se levanta
El gérmen despierto y núbil botón;
El lirio gallardo de cáliz erecto;
Y fúlgido, leve, vibrando, el insecto
Que rasca impaciente su blanda prisión!
La casta azucena, cual tímida monja,
Inciensa tus aras; la dalia se esponja
Como ave impaciente que quiere volar,
Y astuta, prendiendo se encaje a la piedra,
En corvos festones circunda la yedra,
Celosa y constante, señora, tu altar!
El chorro del agua con ímpetu rudo,
En alto su acero, brillante desnudo,
Bruñido su casco, rizado el airón,
Y el iris por banda, buscándote salta
Cual joven amante que brinca a la alta
Velada cornisa de abierto balcón.
Venid a la fronda que os brinda hospedaje
¡Oh pájaros raudos de rico plumaje;
Los nidos aguardan; venid y cantad!
Cantad a la alondra que dijo el guerrero
El alba anunciando: ¡Desnuda tu acero,
Despierta a los tuyos… Es hora…Marchad!
EL GRITO DE LA INDEPENDENCIA
GUILLERMO PRIETO
Golpes suenan en la puerta,
en la puerta del cuarto,
golpes y voces que llaman
ansiosas al Cura Hidalgo.
Se hace luz, en las estancias
se pasean los caballos,
entran Allende y Aldama,
al cuarto del viejo cura.
Y sin más rodeos y preámbulos
dicen: "estamos perdidos:
¿qué resolución tomamos?"
Oye la nueva, tranquilo,
con calma y sosiego, Hidalgo. . .
"No estamos perdidos," contesta "
aquí no queda más que ir a coger gachupines"
Mientras se ajusta las armas,
y ordena que venga un criado
para que dé chocolate,
a sus valientes aliados.
Manda llamar a los serenos,
y a su hermano don Mariano;
se encendieron unas teas,
que agitaban unos cuantos.
Las veruquientas campanas,
despiertan al vecindario;
gentes a pie y de a caballo
acuden al llamamiento.
Y en una de las ventanas,
erguido, grande, sublime;
asoma su busto, Hidalgo. . . .
Y grita: ¡Muera el mal gobierno! . . .
¡Viva nuestra Madre Santísima de Guadalupe! ¡Viva América!
¡Viva México!! Viva México! ¡Viva México!
¡Viva Allende! . . . ¡Viva Aldama! . . .
¡Viva Abasolo! ¡Viva Jiménez!
¡Viva la Corregidora de Querétaro!
Doña Josefa Ortiz de Domínguez!
¡Vivan, vivan todos los que lucharon
y murieron por la Independencia Mexicana!!
¡Viva el Padre de la Patria Mexicana
don Miguel Hidalgo y Costilla!
LA CAMPANA DE DOLORES
JOSÉ SANTOS CHOCANO
(Fragmento)
En el bronce en que fundieron la Campana,
arrojaron sus sortijas los más nobles caballeros,
que probaron luego el timbre de aquel bronce con la ufana
vibración de un golpe dado por la cruz de sus aceros;
y tan cóncavo y sonoro
bronce, rico en plata y oro,
ha gemido muchas veces en las trémulas escalas
de un revuelo de palomas que lo harían con sus alas.
Una mano,
que persigna las tinieblas y conjura
las edades con espíritu cristiano,
una mano de buen cura,
una mano religiosa,
cierta vez, sobrecogida
por un santo horror, se posa
en la cuerda atada al bronce, que, agitándose nerviosa,
correr siente las primeras pulsaciones de otra vida;
y es así como, en la noche de los siglos misteriosos,
la Campana de Dolores
rompe a veces el silencio, desde el fondo del arcano,
balanceando en las tinieblas, al compás de sus clamores,
una cuerda que se estira con el peso de una mano…
¡No! la mano del gran cura
no sacude la Campana, cuyos sones
van, en de disiparse por la anchura,
a plegarse en el refugio de los buenos corazones.
piénsase que, de repente,
vibra el Águila en su escudo;
abre el pico: la serpiente
dócilmente
se hace un nudo…
rompe el Águila su vuelo:
con las alas cubre el cielo;
y, en un rasgo de soberbia poderosa
que la nimba y engalana,
va y se posa
sobre el bronce de la épica Campana…
tiende el Águila su noble y emblemático abanico;
cuelga, luego, largamente,
la cabeza…y en el pico
coge al fin la cuerda como cogió un día la serpiente…
¡Y así, el águila es ahora
la que, en triunfo, como un símbolo viviente,
sonar hace sobre el pueblo la Campana redentora!...
Presencia de Hidalgo
Ciudadanos de México:
Vengo a contarles este día
la pagina más grande de la historia…
Vengo a cumplir con un alto deber,
con el favor de la ciudadanía
de mi alma de maestra y mujer
La Patria mexicana en su pasado,
fue el suelo ensangrentado,
y en cuencas infinitas de dolor
corrió sangre a torrentes
de bravos, de inmortales insurgentes
que a México sirvieron con valor…
En los hechos, los más sobresalientes,
del primero de todos los valientes
fue el padre Hidalgo aquel anciano,
de alma de gigante y de cabello cano
quien se sacrifico por conquistar
LA LIBERTAD
LA INDEPENDENCIA
Y LA IGUALDAD
de nuestro amado pueblo mexicano
Con su ejemplo, su amor, su decisión,
hablo una vez con su palabra mágica
en una hora trágica,
de México la más divina,
y fue inacabable noche septembrina
llena de luz, de inmarcesible gloria
que nunca…! NUNCA MORIRÁ en la HISTORIA!
Movió la clásica campana
del humilde curato de Dolores,
y…su alma sensitiva, tan humana,
en esa insólita ocasión,
afrontando infinitos sinsabores,
fue solemne en su fe, su decisión,
por darnos esta Patria mexicana.
Su grande y noble sueño realizó
con un puñado de hombres valerosos,
sufridos, resueltos y afanosos,
que sus huellas siguió.
El luminoso espíritu sencillo
del héroe…inmenso del caudillo,
se agiganta en los tiempos de la historia,
por su amor a la causa independiente
de su pueblo, al que amaba intensamente…
Por eso perpetuamos su memoria…
aquí está del gran hombre la presencia
en la estatua que miramos a diario,
barro que el pueblo lleva en la conciencia;
en cada centenario, al visionario,
para siempre sea así: Hoy y mañana
la nación mexicana
viene a cantarle ¡Gloria!
¡Gloria! le cante aquí la patria agradecida
de toda la nación,
a su heroísmo y lucha enardecida;
al sacrificio inmenso de su vida
nuestra niñez entona su mejor canción
pues para todos es perenne inspiración.
¡Niños! en este luminoso y grande día
de paz espiritual y de alegría,
luchemos por el bien de la nación;
con nuestros actos –cada instante y ocasión-
hay que imitar del héroe venerable
sus virtudes y ejemplo incomparable…
¡Cantémosle con todo el corazón,
el contenido profundo, sin igual,
las estrofas más bellas, más airosas,
solemnes, inefables, belicosas,
de nuestro hermoso Himno Nacional!
HIDALGO
JUAN DE DIOS PEZA
¡Mártir
de tu conciencia! nuestra historia
bañada está en la luz de tu grandeza
el pueblo cambió en culto tu memoria,
y las canas que ornaban tu cabeza,
en hojas de laurel cambio la gloria.
Si con mundos de luz tu santo nombre
en el cielo de Méjico esta escrito que guíe a tu pueblo, y al tirano asombre;
para ser libre te basto ser hombre,
para ser inmortal te bastó un grito.
Ahora venimos a tu altar trayendo
de respeto y amor eternas flores,
tu muerte y tus martirios bendiciendo;
míranos…con en alma repitiendo
las divinas palabras de Dolores.
¡Feliz aquél a quien el mundo llame
el cantor de tu gloria, noble anciano!
¡Labio feliz el que tú nombre aclame!
¡Feliz todo el que en ti venere y ame
al Redentor del pueblo mejicano!
A HIDALGO
LUIS GARCÍA DE ARELLANO
A dónde vas ¡oh venerable anciano!
sosegado pastor, helada caña,
¿es acaso a la mísera cabaña
que el pan recibe de tu débil mano?
Voy a romper la frente del tirano,
voy a trinchar el centro de la España;
la religión sublime me acompaña;
soy el Moisés del pueblo mexicano.
Con fuego santo tu semblante brilla,
un grito da ya su señal potente.
La hueste hispana su cerviz humilla.
Era hombre, sí…murió…pero valiente.
Ínclito Hidalgo, grande sin mancilla,
luce tu nombre puro, indeficiente.
1810
JUAN DE DIOS PEZA
¡Año
de luz, de triunfos y de gloria
de dolor, de martirio y sufrimiento!
¡Un siglo que condensa el pensamiento
de un pueblo que es gigante ante la Historia!
Cien años hace, obtuvo la victoria
un gesto que estremece el pensamiento,
pues fue base del alto monumento
que perdura del pueblo en la memoria.
Hidalgo, el cura humilde de Dolores
a su patria le dio nueva existencia,
oyendo de sus hijos los clamores;
su grito fue la voz de su conciencia
y a los esclavos convirtió en señores
dándoles con su voz la independencia.
1810-1910
JUAN DE DIOS PEZA
Cien años que nos dejan por herencia
para ser de la patria, amparo y norma.
Tres veneros de luz: La Independencia,
la Constitución y la Reforma.
¡Hidalgo!, ¡El pueblo!, ¡Juárez!...cuanta gloria
¡En un siglo de esfuerzo ha conquistado!
¡Son tres astros del cielo de la Historia!
¡Tres deidades que México ha adorado!
Y coronando su obra sacrosanta
con mano firme, honrada, noble y pura,
el héroe de la paz, que se levanta
de tan preclaros héroes a la altura.
La independencia fue nuestra grandeza
la libertad nuestro mayor anhelo
y la paz el tesoro de riqueza
que ha engrandecido nuestro patrio suelo.
¡Honor y gloria a tan egregios hombres!
¡ciñamos a sus frentes lauro y palma
y conservemos sus augustos nombres
con letras de oro escritas en el alma!
EN
EL 16 DE SEPTIEMBRE DE 1816
J. F. L.
Sonetos
¡Heroico
Hidalgo de inmortal memoria!
¡Primer caudillo de la Independencia!
(así está escrito en célica eminencia)
¿Quién podrá disputarte tanta gloria?
Gran recuerdo hace de ti la historia
al mismo tiempo que llora tu ausencia:
fuiste del patriotismo pura esencia,
y el indiano escudo de victoria,
tu voz estremeció del cruel Borbón,
el trono que ejerció su tiranía,
y colmó de gozo cuanto corazón.
De fuego patrio en México se ardía:
justa tus manes bendice la nación,
y tu nombre lo ensalza cada día.
II
¡Tres centurias sufrimos de opresión!
¡Tres siglos de dolor y de amargura!
¿Por qué tan cruel destino? ¡Oh suerte dura,
la que tocara a la infeliz nación!
Sonó la voz del inélito Campeón,
que en Iguala rompió férrea atadura,
tembló la Iberia, y su desventura
decretada la vio sin remisión.
¿Dónde está el genio que nos diera vida?
¡Ya no lo vemos Iturbide, amado…
la mano ingrata, el plomo fraticida
te despreció de nuestro lado;
pero la patria siempre agradecida,
dentro de tu corazón te ha colocado.
Octava
Mil elogios a Hidalgo le tributo,
promovedor de nuestra independencia,
mil a Iturbide que al poder absoluto
derrocar supo con firme presencia;
por ellos viste mi lecho de luto
y rindo a sus cenizas reverencia
allá en el cielo se encuentran unidos
que es mansión de patriotas distinguidos.
HIDALGO
LUPEMARÍA DE LA GARZA FERRER
Quiero cantar a Hidalgo su grandeza,
quiero cantar al venerable anciano de Dolores,
al que su anhelo mayor
fue hacer a nuestra Patria grandiosa,
y verla entre los pueblos de la tierra
respetada y venturosa.
Oh Padre de la Patria,
mi admiración a ti no tiene nombre,
pues fuiste por salvarnos el primero
con un valor que todo el que escuche asombre.
No ha de olvidar el pueblo mexicano
la lucha que iniciaste con valor ardiente,
y escucharon el Grito de Dolores
un 15 de septiembre.
No ha de olvidar aquél pueblo que oprimido
luchaba por su suerte,
que tú fuiste quien rompiera las cadenas
de esclavitud y muerte.
Debemos recordar al gran anciano
que nos diera la libertad y la gloria,
pasando a la inmortalidad
de las páginas de la historia.
Al Excmo. Sr. Presidente D. Guadalupe Victoria
Soneto
A ti la Patria ¡oh caudillo fuerte!
Del gobierno las riendas ha confiado,
Pues con Victoria espera de contado
Con victoria triunfar de infausta suerte.
Al frente quiso este día ponerte
De sus negocios, porque así premiado
Tu mérito será que fue extremado
Y con respeto vio la misma muerte.
Vive, señor, por tiempo dilatado:
Vive ¡Oh Victoria pues eternamente
Para dicha de Anáhuac y mayo, gloria
Sin la funesta oposición del hado!
Pues es preciso con Victoria al frente
Cantar en todos tiempos la victoria.
Al Excmo. Sr. vice-presidente
Soneto
Al lado de una Victoria en recompensa
De tus grandes servicios y valor
Te vemos, y la Patria con amor
Los premia pues luchaste en su defensa.
En su unión bien podrás la niebla densa
Del temor disipar y con vigor
Anonadar el bárbaro opresor
Que nuevo yugo prepararnos piensa.
Si bravo fuiste en la campaña un día
Con destreza vibrando el noble acero
Hasta triunfar al fin de la hidra fiera;
Con igual interés hoy, a fe mía,
A la Patria guiarás por el sendero
De la dicha; de un Bravo así se espera.