martes, 28 de enero de 2014

Pasó la bandera - Poesía para el día de la bandera

PASÓ LA BANDERA

¡Pasó la bandera!

Tornó victoriosa la enseña guerrera;

cascadas de rosas desde los balcones

alfombran el paso de los batallones.



Las bandas prorrumpen llenando la esfera;

¡Pasó la bandera! sus bellos colores

ondulan lucientes a los esplendores

de un sol que se muestra también victorioso,

de un sol más radiante, de un sol más hermoso.



Refulgen las armas en rítmica hilera;

¡Pasó la bandera!



Qué júbilo inmenso al pueblo extasía,

cuando en el delirio de su gritería

la tierra estremece y ascendiendo al cielo

vibrante, parece, en magno holocausto

de aquella victoria,

la "salve" a la Patria de un himno de gloria...



Los bravos avanzan, el hogar espera;

¡Pasó la bandera!



El pueblo en la acera, desbordante , ufano,

su emoción exalta, y grita un anciano

alzando la gorra: ¡Mirad, compañeros

es nuestra Bandera, abajo sombreros!



Todos se descubren sublimes, patriotas,

en tanto que vibran las épicas notas

y de los balcones, alfombrando el paso

de los batallones de los vencedores,

sigue interminable la lluvia de flores.



Más ahí en la esquina, de pié junto al muro

hay un miliciano inmóvil,obscuro,

que más que estar vivo parece estar muerto;

no grita ni aplaude, ni se ha descubierto,

negra y larga capa cubre su figura,

refleja en su gesto muy honda amargura,

y junto a la bota limpia y charolada

se advierte la punta brillante de su espada.



Comienza el murmullo del pueblo indignado

que surge y aumenta y ruge a su lado.



¡Despierta insolente! le grita un obrero.

Un viejo ceñudo de porte altanero

le grita ¡ Cobarde ! ¿No ves la Bandera?

y sigue la turba maldiciente y fiera;

Eres mal soldado, le dice una vieja,

en tanto que pasa del grupo y se aleja.



Él, firme ,sereno, resiste la furia

del pueblo que arrecia su saña y su injuria,

sin una protesta, sin un movimiento.



Impávido, fuerte, no teme al torrente

desencadenado de la plebe estulta.



El viejo altanero después que lo insulta;

¡Arrancádle el kepis! grita enronquecido,

y como parece que nadie lo ha oído,

el mismo se atreve

y rueda su kepis por entre la plebe

que ruda lo atrapa

y de un sólo golpe le arranca la capa.



Un clamor de asombro se cierne al momento,

un ¡Ah! que se escapa; un raro lamento.

la plebe se estrecha, retocede, huye,

su escándalo cede, se vá, disminuye...



Se escucha a lo lejos una que otra palma,

y luego, silencio, impera la calma;

Dos lágrimas cruzan su faz de amargura,

y dejan rodando sus húmedos trazos.



¡Oh! la suerte artera;

Por alzar triunfante su sacra Bandera,

traidora metralla le arrancó los brazos.



AUTOR: Rosendo Ocañas

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