Una Pastorela en cuatro cuadros
Primer Acto:
Narrador: En tiempos de Herodes, envió Dios al ángel Gabriel a Nazaret, a visitar a una virgen desposada con
un varón de la Casa de David, llamado José. El nombre de la virgen era María y el Arcángel la saludó
diciendo:
Arcángel: Dios te salve, María (María intenta huir). Llena eres de gracia. ( María se detiene). El Señor es
contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres. Oh, María, no temas, porque has hallado gracia a los ojos
de Dios. Sábete que has de concebir en tu seno, y darás a luz a un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.
Éste será grande, y será llamado hijo del Altísimo, al cual el Señor Dios dará el trono de David y reinará en la
casa de Jacob eternamente y su reino no tendrá fin.
María: ¿Y cómo ha de ser eso? Pues yo no conozco varón. (acercándose)
Arcángel: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, por eso el
fruto santo que de ti nacerá será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu prima Isabel, que en su vejez ha
concebido también un hijo, porque para Dios no hay nada imposible.
María: (arrodillándose) He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.
Segundo Acto
Narrador: Por aquellos días, partió María a una ciudad de Judá y entrando en la casa de Zacarías, saludó a su
prima Isabel.
María: (Aparece Santa Isabel sentada, se levanta al oír entrar a la Virgen María) Dios te salve, Isabel.
Isabel: Bendita tú entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. Y ¿de dónde a mí tanto bien,
que venga la Madre de mi Señor a visitarme? Bienaventurada tú que creíste que se cumplirían las cosas que
te han dicho de parte del Señor.
María: Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador, porque se ha dignado mirar a
su humilde esclava.
Tercer Acto
Narrador: Por aquellos días en que iba a nacer a Jesús, el gobierno dio una orden de registrarse, es decir,
empadronarse en el lugar donde habían nacido. María y José, en cumplimiento de las órdenes, salieron de
viaje hacia Belén, ciudad de David de donde era la familia de José. Narra el Evangelio que en los contornos
de Belén estaban velando unos pastores haciendo centinela de noche junto a su rebaño. En esa noche
Pastor 1: ¡Qué claras se ven las estrellas esta noche!
Pastor 2: Tienes razón, siento que esta noche no es como todas, tiempo después de meterse el sol, el campo
aún estaba iluminado como si fuese de día.
Pastores: ¡Es cierto, es cierto!
Néstor: ¡Qué cierto, ni que nada! Ustedes están siempre viendo visiones. Yo lo único raro que he visto es que
a mi bota se le acabó el vino desde antes del mediodía, y no se quién habrá sido.
Pastor 1: Ya empiezas con tus reclamaciones infundadas.
Néstor: ¡Sí, ya sé! Fuiste tú, Antonio.
Pastor 1: Yo no he tocado tu vino, y no vengas a levantarme falsos.
Néstor: Tú me devuelves mi vino.
Pastor 1: Cállate, yo te vi robar el borrego de Juan y luego esconderte.
NéstorEso no es cierto.
Pastor 2: A callar ¿es que no pueden estar juntos sin dejar de pelear?
Pastor 1: Es cierto lo que digo. Esta noche tiene algo especial, yo creo que se acerca el cumplimiento de las
profecías.
Pastores: ¿Qué dicen las profecías?
Pastor 2: Que nacerá el Redentor.
Pastora 1: Que ha de venir el Pastor a su pueblo.
Pastora 2: ¿Cómo será el Mesías?
Pastora 3: Un guerrero fuerte y valeroso. Si no, ¿cómo podría salvar a nuestro pueblo?
Pastora 1: Será un rey que domine a los extranjeros.
Pastor 2: Están equivocados, será más que un guerrero, más que un rey.
Néstor: Sigan soñando, crédulos. ¿Cómo puede un judío ser más grande que el César? Están locos.
Pastor 1: Tú eres un descreído. Eres irritable.
Pastora 3: Que Gil nos cuente algo de las profecías.
Gil: Bien, todos saben que nuestros padres y los padres de nuestros padres, desde todos los tiempos han
esperado que vendrá un Mesías. Los profetas hablaron de El, diciendo que será la esperanza de las naciones. e
Pastores: ¿Dios entre nosotros?
Antonio: El profeta Malaquías dijo que los reyes vendrán a tributarle honores y presentes a su cuna.
Pastora 1: Sí los reyes le tributarán honores, será más que un rey.
Gil: El Profeta Jeremías anunció lo que en ese tiempo sucederá: que verán los ciegos, oirán los sordos,
andarán los cojos, y hablarán los mudos.
Antonio: Y Zacarías nos dijo que el Mesías será llamado el Príncipe de la Paz.
Sara: Bueno, a todo esto, ¿dónde nacerá el Redentor?
Gil: Oigan lo q
Todos: ¡En Belén!
Sara: Aquí mismo.
Luisa: ¡Qué maravilla! La verdad del Señor se nos ha revelado por medio de sus profetas, ahora entendemos
claro.
Néstor: Como cuento está muy bien; pero todos los profetas han esperado al Mesías, y se han muerto sin
verlo. Yo creo que nunca va a venir.
Antonio: Tú no crees en nada. ¿No te escandalizas de tu conducta?
Néstor: Escandalizarme, ¿yo? No seas bobo, yo no me escandalizo con nada... ¿lo oyes?, ¡con nada!
Bernarda: ¿Cuándo vendrá el Mesías?
Gil: Hay un modo de saberlo. El Ángel Gabriel se le apareció un día al Profeta Daniel y le dijo que esto
sucedería setenta semanas de años después de reconstruir Jerusalén.
Pastores: ¡Setenta semanas!
Luisa: Pues entonces ya es tiempo de que venga, el tiempo se ha cumplido, y si las profecías son ciertas, hay
que esperarlo en estos días.
(Se oyen mugidos, mm... mm... mm... Se levantan Luisa, Bernarda y Antonio).
Bernarda: El ganado se está dispersando.
Antonio: Vamos a recogerlo (se van todos, Néstor no quiere).
Antonio: Vamos, Néstor, no te quedes ahí.
Néstor: Yo estoy muy bien aquí. Vayan ustedes. Qué cómodo es descansar, no preocuparse por nada. Tener
tranquilidad... calma... (El diablo se le aparece por atrás. Suspenso... se asusta Néstor).
Satanás: No te asustes, no te asustes, ¿Qué daño te puedo causar?... y menos a ti. Los demás se fueron, tú si
que sabes tomarle sabor a la vida.
Néstor: Sí, sí, pero no te acerques tanto.
Satanás: Los demás trabajan, tú no tienes que hacerlo, puesto que descansas. Los otros sufren, tú sabes
gozar. Oye, tus compañeros creen una serie de patrañas que no son más que mentiras de viejas. Sí de viejas,
Tú mi buen amigo, sí que tienes sentido práctico.
Néstor: Eso me han dicho, que soy vivillo desde chiquillo.
Satanás: ¿Vivillo? (Aparte) Muy pronto vas a ser muertillo. (Pausa) ¿Qué es eso de noche estrellada y
prodigiosa? El Mesías que viene... (se retuerce). Ja, ja, ja... No crees en eso, ¿verdad?
Néstor: Claro que no. Ciertamente ellos son un poco tontos, pero buenos compañeros.
Satanás: Y a propósito, ¿cómo te llamas, camarada?
Néstor: Me llamo Néstor, y tú ¿quién eres?
Satanás: ¿No has de creer que soy el diablo?
Néstor: Ja, ja, ja, y aunque lo fueras.
Satanás: Pues sí lo soy, mira mis cuernos.
Néstor: Pues eso no es exclusivo del diablo. También algunos animales tienen cuernos.
Satanás: Mira mi cola, mira mi cara, ¿no te asusta?
Néstor: ¿Asustarme? Me das risa. Mira, a lo más, eres un pobre diablo.
Satanás (furioso): Un pobre diablo. Maldito pastor horrendo. ¿Ah sí? (lo persigue dándole de coletazos)
Néstor: (grita de dolor y se retuerce) Ay, quemas como demonio.
Satanás: Bueno, hagamos las paces definitivamente y un pacto también. Tú eres más listo que tus
compañeros, eres joven y debes disfrutar la vida, yo te daré dinero a manos llenas si me haces un favor.
Néstor: ¿Y cuál es ese favor?
Satanás: Oh, ¡es muy fácil! Sólo tienes que convencer a tus compañeros de que todas esas mentiras del
Salvador son eso, puras mentiras (le enseña una bolsa de dinero).
Néstor: (recibiendo la bolsa) ¡Vaya, vaya! Eso no es ningún problema. No es tan feo el diablo como lo pintan.
Satanás: ¡Bien, amigos! ¡Hasta la muerte! (sale)
Néstor: Hasta la muerte... ¡dinero, mucho dinero! ¡Todo lo que voy a hacer con este dinero! (levantando la
bolsa) (Entra Antonio. Néstor trata de esconder la bolsa) (Entran todos los demás pastores).
Antonio: Néstor, ¿por qué eres así de grosero con nosotros? ¿Por qué eres tan envidioso, tan rebelde? ¿Por
qué no quieres la paz?
Néstor: ¿Por qué? Porque ustedes hacen el centro de su vida a lo religioso, a lo incomprensible.
Antonio: Y eso, ¿qué tiene de malo? Yo diría por el contrario, que eso es lo justo, lo cierto. En fin, no
peleemos y sentémonos a disfrutar de esta maravillosa noche.
Cuarto Acto
Narrador: Volvamos a José y María, que habían salido de viaje hacia Belén a registrarse. Como estaban
bastante lejos llegaron de noche a Belén y a encontrar llenos todos los lugares de hospedaje, se vieron
obligados a pedir posada de casa en casa.
San José: (dirigiéndose a los niños y caminando frente a ellos, cantando) En el nombre del Cielo, os pido
posada, pues no puede andar mi esposa amada.
Niños: Aquí no es mesón, sigan adelante, yo no puedo abrir, no sea algún tunante.
San José: No seas inhumano, tennos caridad, que el Dios de los Cielos, te lo premiará.
Niños: Ya se pueden ir y no molestar, porque si me enfado, los voy a apalear,
San José: Venimos rendidos desde Nazaret, yo soy carpintero, de nombre José.
Niños: No me importa el nombre, déjenme dormir, pues que ya les digo, que no hemos de abrir.
San José:Posada te pide, amado casero, por sólo una noche, la Reina del Cielo.
Niños: Pues si es una reina quien lo solicita, ¿cómo es que de noche anda tan solita?
San José: Mi esposa es María, es Reina del Cielo, y madre va a ser del Divino Verbo. (Todos se dirigen al
pesebre cantando)
Narrador: Nadie quiere abrir ni dejarlos entrar en su casa, todos les dicen que no tienen lugar para ellos.
Entonces, María y José, tristes, cansados y con frío, reciben posada en una pequeña cueva. Ahí, antes de
salir el sol, en la oscuridad y silencio de la noche, el Niño Jesús nace de la Virgen María. Ella toma al Niño
Jesús en sus brazos, con qué alegría lo mira, lo besa por primera vez, le habla.
(Se hace un breve silencio que invite a la contemplación)
Narrador: Volvamos ahora con los pastores que cuidan sus rebaños, algunos están durmiendo muy cansados.
Como Dios ama intensamente a los pobres, quiere que sean ellos los primeros en conocerlo. (Y de pronto, un
ángel del Señor aparece junto a ellos para darles la Buena Nueva).
Pastores: ¡Un ángel, un ángel! Miren allá ¡qué hermosura!
Pastora: ¡Qué lindo, lleno de luz!
Pastora: ¡Qué maravilla!
Ángel: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. No tengan miedo,
porque yo vengo a anunciarles una buena nueva que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo.
Pastor: Calma, no tengan miedo.
Pastor: Dice que no tenemos nada que temer.
Pastor: ¡Y nos trae una nueva de grandísimo gozo!
Ángel: Que os ha nacido en la ciudad de David, el Salvador, el Cristo, el Señor.
Pastor: Oigan hermanos, que ha nacido el Salvador, el Mesías, el Esperado. Ángel del Señor, danos una señal
para conocerlo.
Ángel: Os servirá de señal que hallareís al Niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre.
Pastora: La mano de Dios ha encendido la noche. La luz viene de muy alto.
Pastor: Es el Niño que ha encendido los luceros.
Pastora: Creo en el Salvador, creo en el Niño Jesús.
Néstor: Me arrepiento de haber sido descreído. Perdóname, Señor mío y Dios mío. Yo en mi ceguera e
incredulidad me alejé de mis hermanos, yo que pequé contra el cielo y contra ti, yo que fui soberbio, te pido
perdón.
Pastor: Esa estrella nos está indicando el camino a Belén.
Pastor: Es una estrella grande y luminosa, ¡sigámosla!
Pastora: ¡Camina la estrella, camina hacia Belén!
Pastor: Es verdad, !pongámonos en marcha!
Pastora: Sí, yo quiero ver, yo quiero tocar, yo quiero cargar en mis brazos al niño Jesús.
Pastor: Es increíble, y sin embargo, ¡es cierto! Vamos a Belén, vamos a ver ese suceso prodigioso que nos ha
anunciado el ángel.
Néstor: Y no volvamos a permitir la duda en nuestros corazones.
Pastor: ¡Es increíble!
Pastor: Vamos, pastores, vamos.
(Salen cantando: A Belén pastorcillos)
Narrador: Como el niño Jesús vino para todos los hombres, los ricos y los pobres, para los que saben mucho y
para los que no saben nada, quiere que tres hombres sabios de pueblos lejanos, vengan a conocerlo. La
estrella más grande les sirve de señal.
(Canto: Campana sobre campana)
Narrador: Al llegar ahí los hombres sabios quedaron maravillados diciendo ¡Demos gracias a Dios, que ha
querido venir a nacer, a vivir, y a morir entre nosotros (se arrodillan) Melchor trae oro, pues qué menos
puede dar al Rey del mundo; Gaspar trae incienso para alabar al Rey de los Cielos; Baltasar trae mirra,
porque el Niño Dios también es hombre.
(Y ahí quedan la Virgen, San José y el Niño, rodeados de pastores y hombres sabios)