Mujer de alma blanca,
de manos sutiles,
de apacible gesto
y dulce mirar,
Tú tienes un garbo
de tiernos perfiles,
con un albo traje
y silencioso andar.
Tu tienes un mundo
Y un mar de ideales
Que giran en torno
de tu sien orlada,
tú alivias y rasgas,
las brumas de males,
como un ángel bueno,
de voz acallada.
Y en la oscura noche,
de fiebres, delirios,
sudor y agonía,
tu imagen es una,
piedad atesoras,
silenciosa rezas,
por el que gemía.
Porque eres humana.
Tú limpias y curas,
sin asco las llagas,
secando de frentes,
sudor contagioso,
los ardientes fuegos,
del dolor apagas,
del pálido enfermo,
que grita afanoso.
Porque eres divina
y sabes lo malo,
y sabes lo bueno,
por eso eres blanca,
grácil femenina,
por eso tu sientes, el dolor ajeno.
Bendita tú seas,
mujer bondadosa,
que das medicina,
en la hora postrera,
que curas las almas,
con manos de diosa,
volcando virtudes,
y amor de enfermera.
Autor: Juana Aracelly Camacho de Russac