(Fidencio Escamilla Cervantes)
Hijo: yo sé que no me escuchas,
Aunque te siento dentro de mi vientre,
Pero tengo necesidad de decirte estas palabras.
Palabras que me harán infeliz,
Que las recordaré por siempre,
Que marchitarán mi corazón,
Que me romperán el alma;
Pero tengo que decirlas y tú escucharlas.
¡Tú no debes nacer!
No venir a este mundo poblado de injusticias,
Harto de cieno y repleto de inmundicia
Carente de amor, de hermandad y de sonrisa
Donde el látigo hambruno es la única caricia.
¡Tú no debes nacer! No en este tiempo
en que el minuto señala la hora fraticida,
en que los tanques se llenan de locos y suicidas,
en este tiempo de horas reducidas
que nos da un marcapaso del lapso de la vida.
¿Venir al mundo, ¡para qué!? ¡A la miseria!
A ser esclavo y carnada de una guerra
Que tuvo principio en el odio y dominio por la tierra;
Donde el ser humano es un pleito sin fin:
¡Tú no debes nacer!
No venir a un mundo poblado de carroña,
En donde cada humano es semilla de ponzoña,
A un mundo inhóspito y aterrador,
Sediento de venganza,
Donde cada día por venir es fiesta de matanza.
Venir a sufrir ¿Nacer para eso?
Tú que estabas llamando a ser punto del progreso,
A ser hombre útil de una patria prometida,
A ser tierra fértil de la siembra de semillas.
…Nacer ¿Para qué?…
Perdona, hijo, las palabras que te digo,
Pero es necesario decirlas y al decirlas me maldigo;
Porque he de parecer él más peor de los humanos,
Serpiente entre serpientes,
De instintos crueles y malos.
No debes nacer porque te pregunto:
¿Quién te librará de hambres y humillaciones?
Con un padre destrozado por los mismos hombres,
Con una madre sin brazos y sin piernas
Resultado fatal que dejaron las cruentas explosiones.
¿Quién te ayudará a nacer si estoy lisiada?
¿Quién amamantará tu carne pobre y flaca?
Y si lloras -porque el llanto es señal que algo té falta-
¿Quién hará una caricia a tu frente tibia y pálida?
¿A ver un mundo horroroso humeante entre las brazas?
¿A esperar la hora final de esta podrida raza?
¡No, tu no debes nacer! ¡Yo moriré contigo!
Sin piernas y sin brazos
¿Qué puede ser más cruel castigo?
Morir así, juntitos, hijo mío, es mi consuelo
Y si es cierto que reina un Dios en nuestro cielo,
A mi me ha de perdonar, a tí, abriré su reino, y
Como angelito que eres, regalarte alas
Y así puedas brincar, correr, jugar
Y montarte en las estrellas
Y en las noches tranquilas y serenas,
Iluminadas por esplendorosa luna llena,
Mires lo poco que queda de la tierra,
y mi hijo, hijito mío,
Pueda decir su vocecita tierna:
Mi madre, tenías razón:
Tu sin brazos y sin piernas,
Yo, huérfano de corazón,
Y la humanidad entre tinieblas.
Ahora se cuanto te quiero
Porque soy ángel del señor;
Mi madre, madrecita mía, ¡Tenías razón!
Y desde mi cuna, que es el cielo,
A dónde quiera que estés,
Te perdono, ¿Te perdono de todo corazón?”