De la Hacienda del Rosario
un “tremendo” vinatero
con arrojo temerario
y amor patrio verdadero,
partió heroico y decidido
a recorrer las ciudades,
a hablarle al pueblo oprimido
de sus santas libertades.
Y el “tremendo” vinatero,
“terror” de la aristocracia,
fue don Francisco I. Madero,
genio de la democracia.
Pues bien, Panchito se ha muerto:
¿Qué cómo? Voy a decirlo,
y mi relato es tan cierto
que no podrán desmentirlo.
Un montón de calaveras
hicieron los maderistas,
en poblaciones distintas
con sus balas tan certeras.
Calaveras, a millares,
hicieron, en la trifulca,
en Puebla y en Ciudad Juárez,
Chihuahua, Cuautla y Pachuca.
Y con sin igual fortuna
siguió avanzando Madero…
¡Él era otro en la tribuna!
El más “águila” y “parlero”.
Al pueblo le prometió:
romper las duras cadenas,
causa de todas sus penas
y ese pueblo lo siguió….
Después de las elecciones,
tuvo el “puesto preferente”.
Pero hubo muchas cuestiones
por el vicepresidente.
Madero a todos decía
en discursos “singulares”
que al pueblo le convenía
elegir a Pino Suárez...
Tal fue siempre su opinión.
Y se debe convenir
en que lo quiso decir
porque era su convicción.
Más decían que era “palero”
y “empinado” y... ¡qué sé yo!
¡Tantas cosas le dijeron,
Que “Panchito” se enfermó!
Don Emiliano Zapata,
de oír la calumnia llora,
de la gente tan “ingrata”
se convirtió en calavera…
Y los pobres “peladitos”
viendo llegar la de malas
se pusieron bien bonitos
con aguardiente de Parras.
Y los bravos maderistas,
que se batieron de veras,
unidos a los pancistas,
se volvieron calaveras.
Sánchez Azcona también
a causa de su sordera,
en ese horrible va-y-ven,
se convirtió en calavera….
Chucho Urueta falleció
de laringitis aguda…
Sería “a resulta” sin duda,
de algún discurso que “echó”.
Y perdiendo la salud,
don Gustavo y don Ernesto,
también de tristeza han muerto
de ver tanta “ingratitud”.
Y todos ellos, sin excepción,
tanta bilis derramaron,
que en calaveras pararon
y hoy están en el panteón.
La muerte, que es buena “parcia”,
no quiso que otros gozaran
el pan de la “democracia”
que los muertos les dejaran.
Y arremetió con furor
y con impulsos terríficos
contra todos los “científicos”
que ya causaban terror.
A Vázquez Gómez hirió
con su guadaña iracunda,
y en una fosa profunda
sin piedad lo sumergió.
Sólo a Zúñiga y Miranda
no le quiso hincar el diente…
Quién quita y al rato, salga
elegido… Presidente…