CRISTÓBAL COLÓN
Los marinos gritaban furiosos:
–es inútil seguir nuestra
marcha,
los bajeles pretenden hundirse
en el mar que nos roba la
audacia.
Regresemos, Colón, regresemos,
que la mar sólo ofrece
borrascas,
ya las olas murmuran tragedia
y el océano profundo nos llama.
Ya perdimos la ruta segura,
ya perdimos también la
esperanza;
muchos días han sido de viaje
y no hallamos señales humanas.
Es locura buscar lo imposible
y tratar de vencer a las aguas;
regresemos, Colón, regresemos,
sin riqueza y sin gloria ala
patria.
¿Qué no ves que se acaban los
víveres
y que lejos estamos de España,
que por más que tratemos ser
fuerte
esta angustia terrible nos
mata?
Regresemos, Colón, regresemos,
que el temor ya se siente en
nuestra alma,
nuestras fuerzas se van
acabando…
–y Colón solamente callaba –.
Parecía que aquella aventura
era escena de cielos y agua
y que el sueño de intrépidos
hombres
no hallaría la tierra soñada.
Muchos días duró la odisea
y por fin en feliz madrugada,
¡tierra… tierra! – exclamó
delirante
el marino Rodrigo de Triana.
Y así fue como aquel navegante
sin temor y con firme
esperanza,
victorioso en un doce de
octubre
una América, al mundo
entregaba.