TEMPESTAD Y CALMA EN HONOR A MORELOS
(fragmento)
Carlos Pellicer
Imaginad:
una espada
en medio de un jardín.
Eso es Morelos
Imaginad:
una pedrada
sobre la alfombra de una triste fiesta.
Eso es Morelos
Imaginad:
una llamarada
en almacén logrado por avaricia y robo.
Eso es Morelos
Ya tengo las imágenes pero no las palabras. Pero hay aceros, y piedras, y llamas.
Porque nada hay más hondamente hermoso para el humano oído, que la palabra.
Si las palabras vinieran para decir: Morelos, vendrían ocultas en esos nubarrones de piedra que a unos cuantos kilómetros nos miran:
La tempestad de rocas de Tepoztlán, vecina,
el huracán de piedra de Tepoztlán, que avanza, esas gargantas que vociferan árboles,
esos peldaños a pájaros y lluvias
cuando pasa la noche de resonantes piedras
y el sol sacude el sueño de la luz, allá arriba.
Aún hay aceros. Y piedras. Y llamas. Ésta es la hora de las palabras terriblemente cristianas.
Las que hieren, las que arden, las que aplastan.
¡Ah! ¡Si yo pudiera arrojar mi corazón
Y provocar una grieta en la montaña!
¡Hablar en piedra y escribir en llamas!
La espada silenciosa que abrió el cerrado pecho:
ni un corazón que surja: todo estaba desierto. La zumbadora piedra que el cuerpo ha
derrumbado:
era sólo una cáscara y polvo dentro de ella. El siempre fuego que a la ciudad ardió:
halló sólo papeles, y el humo, no duró…
Éstas son las palabras terriblemente buenas, palabras vivas, hechas de llamas sobre las piedras.
Grité ¡Morelos!, hace quince años desde las rocas de Tepoztlán
¡Olor a Cuautla! Y entre palmeras hechas laureles salté al abismo del heroísmo; grité ¡Morelos!
Y vi la tierra abajo desde el verde al azul.
Y unas botas sin ruido lo estremecieron todo
y sudaba una frente su pañuelo de luz.
Grité ¡Morelos!, hace quince años en Acapulco.
Y clamoroso mar me atropelló
Una raya de verde movida en cuatro azules espiral rumor blanco dentro de ella enrolló.
Y un trueno hizo caer el roble de los vientos.
Y oí en mi mismo cuando mi pecho grito ¡Morelos!
Y a un alto en mis arterias fue mi sangre a parar. Bajar del monte, querer el mar.
Vivir con pocas palabras;
Pero en cada palabra tener una tempestad. Ah, si yo pudiera haberlas dicho,
Acero, piedra, llama.
Gritar Morelos y sentir la flama. Gritar Morelos y lanzar la piedra.
Gritar Morelos y escalofriar la espada. Tú fuiste una espada de Cristo,
Que alguna vez, tal vez, tocó el demonio.
Gloria a ti por la tierra repartida.
Perdón a tu crueldad de mármol negro. Gloria a ti porque hablaste tu voz diciendo
América.
Perdón a tu flaqueza en el martirio.
Gloria a ti al igualar indios, negros y blancos. Gloria a ti, mexicano y hombre continental. Gloria a ti que empobreciste a los ricos
y te hiciste comer de los humildes, procurador de Cristo en el Magníficat. Gritar Morelos es escuchar la Gloria
y sentir el perdón.