sábado, 23 de octubre de 2010

Poesía a José María Morelos

TEMPESTAD Y CALMA EN HONOR A MORELOS

(fragmento)

Carlos Pellicer

Imaginad:

una espada

en medio de un jardín.

Eso es Morelos

 

Imaginad:

una pedrada

sobre la alfombra de una triste fiesta.

Eso es Morelos

 

Imaginad:

una llamarada

en almacén logrado por avaricia y robo.

Eso es Morelos

 

Ya tengo las imágenes pero no las palabras. Pero hay aceros, y piedras, y llamas.

Porque nada hay más hondamente hermoso para el humano oído, que la palabra.

Si las palabras vinieran para decir: Morelos, vendrían ocultas en esos nubarrones de piedra que a unos cuantos kilómetros nos miran:

 

La tempestad de rocas de Tepoztlán, vecina,

el huracán de piedra de Tepoztlán, que avanza, esas gargantas que vociferan árboles,

esos peldaños a pájaros y lluvias

cuando pasa la noche de resonantes piedras

y el sol sacude el sueño de la luz, allá arriba.

 

Aún hay aceros. Y piedras. Y llamas. Ésta es la hora de las palabras terriblemente cristianas.

Las que hieren, las que arden, las que aplastan.

¡Ah! ¡Si yo pudiera arrojar mi corazón

Y provocar una grieta en la montaña!

¡Hablar en piedra y escribir en llamas!

La espada silenciosa que abrió el cerrado pecho:

ni un corazón que surja: todo estaba desierto. La zumbadora piedra que el cuerpo ha

derrumbado:

era sólo una cáscara y polvo dentro de ella. El siempre fuego que a la ciudad ardió:

halló sólo papeles, y el humo, no duró…

Éstas son las palabras terriblemente buenas, palabras vivas, hechas de llamas sobre las piedras.

 

Grité ¡Morelos!, hace quince años desde las rocas de Tepoztlán

¡Olor a Cuautla! Y entre palmeras hechas laureles salté al abismo del heroísmo; grité ¡Morelos!

Y vi la tierra abajo desde el verde al azul.

Y unas botas sin ruido lo estremecieron todo

y sudaba una frente su pañuelo de luz.

Grité ¡Morelos!, hace quince años en Acapulco.

Y clamoroso mar me atropelló

Una raya de verde movida en cuatro azules espiral rumor blanco dentro de ella enrolló.

Y un trueno hizo caer el roble de los vientos.

Y oí en mi mismo cuando mi pecho grito ¡Morelos!

Y a un alto en mis arterias fue mi sangre a parar. Bajar del monte, querer el mar.

Vivir con pocas palabras;

Pero en cada palabra tener una tempestad. Ah, si yo pudiera haberlas dicho,

Acero, piedra, llama.

 

Gritar Morelos y sentir la flama. Gritar Morelos y lanzar la piedra.

Gritar Morelos y escalofriar la espada. Tú fuiste una espada de Cristo,

Que alguna vez, tal vez, tocó el demonio.

Gloria a ti por la tierra repartida.

Perdón a tu crueldad de mármol negro. Gloria a ti porque hablaste tu voz diciendo

América.

Perdón a tu flaqueza en el martirio.

Gloria a ti al igualar indios, negros y blancos. Gloria a ti, mexicano y hombre continental. Gloria a ti que empobreciste a los ricos

y te hiciste comer de los humildes, procurador de Cristo en el Magníficat. Gritar Morelos es escuchar la Gloria

y sentir el perdón.

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