Dos de las celebraciones populares más importantes en nuestro país son las de todos los santos y fíeles difuntos, siendo producto de dos tradiciones culturales: la hispana y la indígena. Ambas coinciden con el fin de ciclo agrícola de muchos productos, entre ellos el maíz de temporal y la calabaza.
El día de muertos es el tiempo en que las almas de los parientes fallecidos regresan a la casa a convivir con sus familiares vivos.
El calendario católico marca el día lo. de noviembre como dedicada a todos los santos, y el día 2 a los fíeles difuntos, pero la tradición popular da otras fechas en que se celebra; el 28 de octubre como día de los muertos o matados en accidentes; el día 30 para las personas que murieron sin ser bautizadas, el lo. de noviembre a los niños que murieron sin ser bautizados y el día 2 a los muertos adultos.
Las festividades de todos los santos y fíeles difuntos consisten en una serie de prácticas y rituales entre los que destacan la recepción y despedida de las ánimas, la colocación de ofrendas o altares de muertos, el arreglo de las tumbas, la velación en los cementerios y la celebración de los oficios religiosos.
A las ánimas se les recibe con rezos, quema de copal o inciensos, repique de campanas, con palabras dirigidas al familiar y en ocasiones con música de violín y guitarra. Sus tumbas deben estar limpias y adornadas, señalándoseles el cambio camino con pétalos de cempasúchil o con velas encendidas que se colocan desde la entrada de la casa. En algunos pueblos se va ai panteón con música de banda.
Se le atribuye al Fraile Francisco Sebastián de Aparicio en 1563 el logro de esta mezcla de costumbres de nuestros indígenas con las cristianas de los españoles que nos conquistaron, en pocas palabras, lo que hacen los sacerdotes es cristianizar las costumbres de los indígenas .
Via: Ultrabits